miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL DECLIVE DE LOS FUNDAMENTOS POLÍTICOS E IDEOLÓGICOS DEL RÉGIMEN DE DOMINACIÓN. REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS DEL PSOE Y “EL PAÍS”


Vivimos una portentosa edad en que los pilares del sistema de dictadura y dominación constituido con la autoliquidación del franquismo, en 1974-1978, se están desplomando.

El PSOE es un barco a la deriva, después de la insanía del zapaterismo, sumo sacerdote de las religiones políticas y genio maligno de la ingeniera social, con la asistencia de toda la izquierda “anticapitalista”, el feminismo y el anarquismo de Estado. Y el diario que fue la Biblia de la progresía y la izquierda pro-capitalista está en una situación tan cochambrosa que hasta sus trabajadores hacen huelga en contra de la otrora todopoderosa Dirección. Ya nada es lo que fue.

La coyunda entre progresismo (de “El País”) e izquierdismo (del PSOE) que ha dado tantísimos días de gloria al capitalismo español se está acabando por senectud al parecer irremediable de ambos cónyuges.

Las causas de tales acontecimientos, que tienen una significación histórica y que deben ser objeto de un estudio bastante cuidadoso, son el agotamiento del orden político establecido con la Constitución de 1978, cuyo fundamento era la izquierda, el PCE tanto como el PSOE, en una situación de crisis global en desarrollo. Durante años el capitalismo español ha medrado gracias a la izquierda, que se ha mantenido en el gobierno la mayoría del tiempo, y que ha impregnado con sus ideas manipulativas, destructivas y nihilistas a toda la sociedad, haciendo de ella esa cosa penosa y embrutecida, inerme e hiper-servil, que ahora tenemos ante nuestro ojos.
La ideología  y prácticas progresistas (de “El País”) e izquierdistas (del PSOE y sus peones) ha devastado al pueblo, constituyendo lo que alguien ha llamado la sociedad aberrante, esto es, un orden en el que lo humano, los fundamentos de la vida civilizada e incluso lo más básico para la pervivencia de la sociedad y el individuo han sido sustantivamente alterados, devastados y fanáticamente destruidos.

Lo que ha acontecido con la alianza entre progresismo y socialdemocracia no puede circunscribirse al ámbito de lo político, lo económico o lo social. Es verdad que cuando el PSOE abandonó el gobierno dejó 5,3 millones de parados. No menos cierto es que fueron los gobiernos izquierdistas de Felipe González los que culminaron la construcción de la empresa multinacional española en los años 80 del siglo pasado, tarea que había comenzado el franquismo. Nadie niega que el actual gobierno del PSOE-IU en Andalucía, dejando a un lado sus piruetas demagógicas, repite punto por punto la política del gobierno del PP, de la derecha española, en Madrid. Pero eso, con ser muy grave, no es lo esencial.

La cosmovisión de la izquierda, junto con las numerosas operaciones de ingeniería social que se desprenden de ella, ha triturado al individuo y arrasado con todo lo que hace de la sociedad una comunidad humana viable. Ese sujeto anulado de múltiples modos, ese ser-nada que para nada vale, ahora es un peso muerto que impide la regeneración de la vida colectiva. Esta sociedad, cargada de vicios, aberraciones, disfuncionalidades y perversiones de un modo que estremece, ya no es viable, ya no tiene futuro, salvo como gran rebaño subhumano totalmente sometido a las elites del poder.

En mi libro “Crisis y utopía en el siglo XXI” señalo que las tres grandes crisis de nuestro tiempo, muy por delante de la actual crisis económica, son la de la libertad, la de la esencia concreta humana y la de la civilización. Pues bien, las tres han sido llevadas al extremo por el par “El País”-PSOE. De ello ha resultado un quebrantamiento de lo humano como no se ha dado en ningún periodo de nuestra historia.

La perfidia de los editoriales de “El País”, pontificando desde arriba sobre todo lo divino y lo humano, e imponiendo de manera totalitaria creencias y conductas desde el poder aterrador que le otorgaba ser el diario por antonomasia del capitalismo y de los aparatos gubernamentales, sólo tienen parangón con las campañas de propaganda del PSOE en el gobierno, acompañadas siempre de operaciones de ingeniería social destinadas a convertirnos en mera basura con apariencia humana, en seres sin inteligencia, sociabilidad, sensibilidad, sentido moral, capacidad de lucha, generosidad, mismidad, dignidad y disposición para el esfuerzo y el servicio. En criaturas hiper-aptas, en definitiva, para ser ilimitadamente manejados por el poder, las cuales ya ni siquiera sirven para la lucha reivindicativa más simple.

Pero todo ello se está acabando. Su credibilidad es cada vez menor, dado que el giro de los acontecimientos está refutando sus dogmas, trágalas y sinrazones más esenciales. Tras casi 40 años de dictadura política e ideológica omnímoda el dúo que ha sido el centro de la nueva reacción y los nuevos reaccionarios se encuentra en fase de desintegración.

Eso abre perspectivas de mucho interés para el relanzamiento de la vida social civilizada y para la recuperación integral del ser humano.

El desplome de la perversa pareja permitirá, como posibilidad al menos, pasar a la ofensiva -en todos los ámbitos- a quienes deseamos la restauración de lo humano, el retorno a una vida asentada en valores y la realización del magno programa de la revolución integral, para lograr una sociedad sin Estado ni capitalismo.

Es un buen momento, pues, para tomar la iniciativa. El sistema de dominación conoce una situación de debilidad relativa. Sus instrumentos políticos e ideológicos están en retirada y reflujo, y lo que por el momento tiene como alternativa de sustitución es más que insuficiente, e incluso bufo. Hace sonreír el conocer que lo que sistema tiene como alternativa de sustitución es a Julio Anguita, un caduco político profesional que no comprende casi nada de lo que hoy está sucediendo, que vive mentalmente en el pasado (en el periodo de la Transición) y que se limita a agitar, con furor decimonónico, la bandera republicana… en una sociedad a la que el republicanismo burgués no puede aportar nada de positivo y sí muchísimo de negativo, de represivo, demagógico, continuista y deshumanizador, como sucedió en 1873-74 con la I República y en 1931-36 con la II República.

El nihilismo y destructividad, la locura y maldad del progresismo y del izquierdismo ha sido tanta y tan poderosa que lo ha devastado todo, incluso sus propias capacidades de regeneración. Con su hedonismo, egotismo, pragmatismo, odio al igual, satanización del pensamiento independiente y creador, prédica del peor de los servilismos, frivolidad, zafiedad, victimismo patológico, desprecio por lo humano y por la persona real-concreta, ciego culto por el dinero y ansia atroz de poder ha hecho muy difícil e incluso imposible que en las nuevas generaciones destaquen personalidades capaces de dar continuidad al proyecto socialdemócrata y progresista.

Al destruir con tantísimo odio y enseñamiento a la sociedad y al individuo se han destruido a sí mismos.

En efecto: han convertido al país en un erial hórrido, donde no hay nada que pueda ser catalogado como pensamiento, reflexión, proyectos o propuestas de nuevos idearios. Por tanto, no hay nadie que tenga el nivel mínimo suficiente requerido para regenerar una sociedad muerta y ya en fase de putrefacción, a la que le esperan días muy difíciles y amargos. Estamos dominados por una gerontocracia igual que la del final del franquismo pero con un cuerpo social y unos individuos todavía más degradados y devastados.

En una sociedad de seres nada la nadificación global es el problema.

Por el lado de las fuerzas de la regeneración, la restauración, la civilización y la revolución lo más urgente es comprender que entramos en una era de inestabilidad y debilidad relativa del poder constituido, no sólo ni principalmente por la crisis económica (aunque ésta influye, cómo no) sino también y sobre todo por la crisis política, de ideas, de creencias, de modos de vida y de valores.

El sistema carece de propuestas compartidas, no tiene políticos preparados, le falta intelectuales, no dispone de un sistema de fines y metas que organice al cuerpo social, no hay ni partidos ni sindicatos ni organizaciones creíbles, la universidad no posee credibilidad y además el régimen parlamentario instaurado por la demagogia y el uso de la fuerza en 1978 hace aguas. Dado que todo lo han destruido en su perturbada carrera hacia la nada (hacia el poder total en realidad) ahora se encuentra solos, además de en plena desintegración.

Estas circunstancias, que no parece que vayan a cambiar en pocos años, sumadas a lo que significa la crisis económica en sí y como colapso de un sistema de vida y un orden de creencias, son bastante buenas para el desarrollo de un programa de regeneración integral de la sociedad y el individuo.

Para aprovecharlas se necesita: 1) establecer una estrategia, 2) forjar las ideas, metas e ideales capaces de vertebrar a los sectores más conscientes del cuerpo social, 3) establecer un proyecto para la autoconstrucción del sujeto, que ha de ser rehumanización, superando la devastación existente.

Porque en las circunstancias actuales la calidad del sujeto es clave. Eso fue lo que sobre todo destruyeron el par progresista-izquierdista cuya decadencia ahora analizamos.

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