jueves, 18 de julio de 2013

NOTICIA DEL CONCEJO MEDIEVAL EN LA PINTURA MURAL ROMÁNICA DE LA IGLESIA DE TORREMOCHA DE JARAMA (Comunidad de Madrid)



IntroducciónEste artículo se dirige a favorecer la comprensión del viaje que el 5 de agosto de 2013, organizado por la asociación SAT, dedicada a la promoción del esperanto, haremos por el mundo medieval rural y concejil madrileño, tan ninguneado. Torremocha será una de las poblaciones a visitar. También estaremos en Talamanca de Jarama, posiblemente la población madrileña con una historia más rica y exuberante, desde los celtas (carpetanos) hasta el siglo XVIII, sin olvidar sus restos visigodos, la muralla, en buena parte altomedieval, y sus dos templos románicos; en Patones de Arriba, aldea medieval construida con pizarra negra; y en el enigmático monasterio de San Julián y San Antonio, en La Cabrera, expresión del primer románico (mediados del siglo XI), impresionante con sus cinco ábsides semicirculares, algo muy poco usual. Pasando a Segovia visitaremos la iglesia románica de Duratón, un ejemplo magnífico del románico porticado castellano, destinado a favorecer las reuniones del concejo abierto. Y terminaremos en Sepúlveda, visitando el Museo de los Fueros así como algunos de sus templos románicos, y rememorando la épica resistencia de su población a la liquidación por la institución real del concejo abierto, en los siglos XIV y XV. Félix R. Mora.

Torremocha de Jarama es una aldea de unos 100 habitantes, en el límite con la provincia de Guadalajara, un lugar apartado e incluso remoto, a pesar de estar a unos 50 kilómetros de Madrid en dirección noreste. Cuando se llega a ella desde la insufrible capital del Estado se percibe que si bien se encuentra próxima espacialmente está muy alejada en lo temporal, lo imaginado y lo trascendente. Ir a ella es, podría decirse, acceder a otro universo, trasladarse en el tiempo.
          
En Torremocha está el templo parroquial de San Pedro Apóstol, un pequeño edificio en el que sólo la torre y el ábside semicircular son románicos, probablemente de la segunda mitad del siglo XIII o principios del XIV. Se rehizo en el XVI, en estilo renacentista, y luego en el XVIII. La primera impresión que produce no es satisfactoria estéticamente, por una intervención restauradora reciente, que al revocar y pintar con imitaciones de sillares la parte medieval del edificio, en realidad de mampostería, otorga al conjunto una ingrata sensación de cosa artificial e inauténtica.
        
La cabecera del templo está engalanada con pinturas murales románicas. El tono bermellón, o granate, domina ampliamente, lo que da al conjunto un notable dinamismo e intensidad visual. También se encuentran el blanco, el azul verdoso, tan denso y solemne, y el amarillo. La conservación del conjunto es deficiente, habiéndose perdido una fracción de la composición. Los temas son los habituales en este estilo, el Pantocrátor con los Tetramorfos, y una parte del apostolado. La calidad de la composición y el dibujo es mediana, por detrás de la excelente utilización del color. Muy probablemente, estuvo todo él pintado, no sólo la cabecera y el presbiterio, como se encuentra hoy, sino también la nave. El conjunto debió de ser de una belleza embriagadora, especialmente por la audaz tempestad de los colores.
        
Entonces una aldea tenía arte autocreado de primera calidad. Hoy el “arte” está encerrado en los museos y las salas de subastas mientras que la realidad cotidiana resulta ser de una fealdad y sordidez deprimentes.
        
En la cabecera, una franja de imposta ofrece una inscripción, a medias conservada, en la que se lee “esta obra mando facer el conceio e los homes buenos de Torremocha e M Ruis clerigo”. El tipo de letra parece ser gótico del siglo XV, lo que desentona con la fecha más probable para la pintura mural, segunda mitad del XIII o los primeros decenios de la centuria siguiente, coincidiendo con las de otros templos de la Comunidad de Madrid, en particular Valdilecha, sin olvidar Camarma de Esteruelas, Valdelaguna, Santorcaz y alguno desaparecida en la guerra civil, la iglesia de San Mamés en Navarredonda[1].
El enorme mérito histórico, social, económico y político del mural románico de Torremocha es la referencia que hace al concejo, lo que no se encuentra, de forma explícita, en el resto de los de la Comunidad, ni en la inmensa mayoría de los edificios románicos de la península Ibérica, tampoco en los que cabe calificar, por quién los erigió, de románico concejil. Al mencionar a la asamblea vecinal gubernativa este modesto edificio aúna y anuda el pasado con el futuro: en eso reside su fabuloso mérito[2] y su muy poderosa actualidad.
        
Que la inscripción esté en castellano y no en latín manifiesta también que su factura es tardía, pero hay un modo de explicar, tal vez, el temporal desajuste con las pinturas, y es considerar que aquélla pudo sustituir a otra anterior, románica. Quienes todo lo explican invocando el “arcaísmo” y “estancamiento” aldeanos, que justificaría un uso del estilo románico todavía en el siglo XV, deberían limpiar su mente de prejuicios urbanitas y elitistas, pues que el tipo de letra sea gótica evidencia que tal orden era conocido en Torremocha, y por tanto, que pudieron hacer la cabecera del templo en este estilo. Y que una buena parte de la iglesia fuera rehecha en el XVI con una elegante mezcla de estilo renacentista y clasicista prueba que esta humilde aldea nunca ha estado, salvo ahora, al margen de las grandes corrientes del arte y el pensamiento europeos.
        
Lo que podemos saber con seguridad es que fue el concejo quien ordenó erigir el templo. O dicho de otro modo, que todo él es obra del vecindario bajo la dirección del concejo, en tanto que asamblea de hombres y mujeres, reunidos para organizarse en el trabajo comunal, en la hacendera. El vecindario, ellas y ellos, hicieron el templo e hicieron las pinturas. Ellos y ellas. La referencia a “los homes buenos” es de difícil e insegura interpretación concreta, aunque al nombrarlos detrás del concejo está indicando que aquél es quien conserva lo medular de la soberanía, de la capacidad de decidir, en la aldea. Probablemente, y considerando la situación política en Castilla en el momento de levantarse el templo y las pinturas[3], pudieron ser sujetos comisionados por el ente concejil para relacionarse con el poder real, de manera directa o indirecta, a través del señor territorial.
        
Que cite en tercer lugar al clérigo M Ruis indica que su poder en Torremocha era bastante limitado, por detrás del ejercido por el concejo e incluso por los “homes buenos”. La iglesia fue construida como edificio concejil, y en ella el pueblo seguía siendo la primera autoridad cuando se hizo la inscripción, muy por delante del clero. Éste estaba sometido al concejo en todo, y así fue hasta el concilio de Trento, a finales del siglo XVI
        
Ser hombres y mujeres libres exige comprender y recuperar nuestro pasado, en lo que tuvo de bueno y en lo que tuvo de malo, en particular nuestro pasado popular, y subordinadamente el de los notables, reyes, princesas, señores, burgueses, intelectuales preclaros, redentores varios y otras excrecencias. Entendiendo nuestra historia, mirándola con ojos fríos y objetivos a la vez que llenos de pasión y amor, repudiando todo tipo de teorías, dogmatismo y lucubraciones, ateniéndonos a los hechos y sólo a los hechos, estamos realizando una gran revolución. Y sólo la revolución puede salvar hoy al género humano, en el peor y más terrible momento de su historia, cuando lo humano periclita y lo subhumano triunfa en todos los frentes.



[1] Para sorpresa de muchos el modesto, por rural y aldeano, románico de la Comunidad de Madrid, ampliamente desdeñado e ignorado, tiene un número particularmente notable, en comparación con el de otras áreas, de pinturas murales. Quizá esto anime al ignorante, desestructurado y depresivo madrileño medio, que vive según la dogmática de la modernidad y viaja por rutina a miles de kilómetros (actividad por lo general nihilista y servil), a ocuparse de conocer sus raíces, y a no avergonzarse de ellas. En la Comunidad de Madrid perviven casi cincuenta edificios románicos de los siglos XI al XIV, total o parcialmente conservados, de los que el 10% aproximadamente poseen composiciones pictóricas, lo que es una proporción elevada. Visitarlos como ser humano que quiere entenderse así mismo entendiendo a sus ancestros, no como vil y degradado turista, mero consumidor de imágenes y de todo tipo de bazofia, es tarea apropiada para autocurar nuestros espíritus.
[2] Por eso no se puede dejar pasar sin deplorar los contenidos de la “Enciclopedia del Románico en Madrid”, VVAA, Aguilar de Campoo 2008, que al referirse a este edificio no otorga ningún significado a la mentada inscripción, realmente excepcional y aunque sólo sea por eso maravillosa, lo que proviene o bien de la ignorancia de quienes han redactado dicho texto, o bien de su espíritu antipopular y burgués. Prácticamente toda la parte analítica y explicativa de dicha “Enciclopedia” es un compendio de dislates y prejuicios, de teoréticas y dogmatismos progresistas, de malevolencias y disparates, académicos y ortodoxos. Lo que de ello resulta es una ruptura entre las gentes del hoy y su historia, entre lo que somos y lo que fueron nuestros antepasados. Falseando el pasado nos aculturan, nos atomizan, nos niegan como seres humanos. Dicho de otro modo, nos hacen cada vez más sometidos, menos personas  y más seres-nada.
[3] Un libro que trata de ese crucial periodo histórico en Castilla es “Guerra y fortalecimiento del poder regio en Castilla. El reinado de Alfonso XI (1312-1350)”, Fernando Arias Guillén, 2012. En éste el pueblo no aparece, salvo como comparsa, siempre pasivo, amorfo y borroso: no hay sistema concejil, ni derecho consuetudinario, ni fueros, ni bienes comunales, ni hacendera y otros cientos de sistemas de trabajo comunitario asociado, ni milicias concejiles. Sólo reyes y señores. ¿Se puede faltar de manera más rotunda a la verdad? Necesitamos con urgencia una historia popular. Su primera condición es que sea una historia verdadera. Frente a las medias verdades, la propaganda política y las groseras mentiras del poder académico hemos de ir creando una explicación del pasado que sea popular a fuer de emerger de una ardiente voluntad de objetividad.

1 comentario:

  1. El viaje mencionado se realizará en el marco de un congreso que tendrá lugar próximamente en Madrid, en el Colegio Mayor Chaminade (Paseo Juan XXIII,9), situado junto a la estación de metro de Metropolitano. En él se desarrollarán diversos actos que pueden ser accesibles, en mayor o menor grado, a hispanohablantes:
    - http://satesperanto.org/Presentacion-del-congreso-de-SAT.html
    El programa completo, constantemente actualizado, se refleja en esta página:
    - http://satesperanto.org/Programo-Resumo-Provizora.html
    La excursión, efectivamente, será guiada por Félix, y su objetivo es conocer los lugares del concejo abierto y la legislación foral, el régimen comunal, los sistemas de ayuda mutua, el arte románico popular y el marco histórico en que todo ello se desarrolla. Las explicaciones de Félix serán en castellano con traducción al esperanto. El viaje será en autocar; su salida está prevista a las 9:30 desde un punto próximo a la entrada del CM Chaminade (Paseo Juan XXIII, 9), el regreso está programado a las 20:30. La comida se realizará en el pórtico de una ermita en Duratón; los asistentes aportarán su propia comida. La excursión no está reservada a congresistas, o sea, cualquiera puede participar en ellas; no obstante, por cuestiones organizativas, conviene que los organizadores sepan con la mayor antelación posible cuánta gente piensa venir; por tanto, todo el mundo es bienvenido, siendo conveniente, y agradeciéndose, que se informe previamente a los organizadores (a través del correo esperanto@nodo50.org). El precio que se cobrará a los asistentes dependerá del grado de ocupación del vehículo fletado, exigiéndose un pago previo a modo de reserva.

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